Llora. Sentada en la penumbra de su cuarto, desesperada. Las
lágrimas no consiguen ahogar su dolor. Tiene los ojos hinchados, los labios
resecos. El rostro salpicado de manchas rojas y sal. Lo único en lo que piensa
es en desaparecer. En una solución para sus problemas, para ese dolor que se
adueña de su cuerpo. Apenas se molesta en limpiar las lágrimas que recorren sus
mejillas. ¿Por qué? Se pregunta. Por qué, joder, por qué ella. Por qué él. Siente
que se le desgarra el alma, que no puede hacer nada por evitarlo. Lo único que
desea es esperar a que la muerte, caprichosa y eterna muerte, venga a por ella.
Aprieta los dientes. Ya no sabe qué hacer- Nada tiene sentido. Nada. Nadie
puede ayudarle. Nadie puede aliviar el dolor de su corazón. Solamente él podía, ya no está.
Y con él, con su sonrisa, con sus ojos, sus ganas de vivir
también se han ido. Los recuerdos le atormentan. Ese pitido de la máquina que
controlaba sus últimas respiraciones. Esas interminables noches sentada al lado
de su cama, aguantando el olor a esterilizante, a hospital que ella tanto
odiaba. Los recuerdos amenazan con acabar con ella. Pero ella ya está
derrumbada. Ella ya es todo cimientos. Un alma destrozada. ¿Qué hago ahora que
ya no está? Llorar. Llorar para mostrar una décima parte del verdadero dolor
que siente.
Piensa en reunirse con él. Es tan fácil, simple. Una
cuchilla de su padre. Un río de sangre. Adiós dolor. Hola, mundo imaginario al
que la gente llama cielo. Tan sencillo como levantarse e ir al baño. Pero no
tiene fuerzas ni para buscar su propia solución al problema en el que se ha
convertido su vida.
Vuelve a recordar. Las primeras sesiones de quimio. Sus
manos entrelazadas. Cómo él sonreía a pesar de tener el cuerpo entero ardiendo
por los efectos del tratamiento. Cómo ella prometió estar con él. Siempre. Un
beso selló esa promesa.
-Nunca te abandonaré-prometió él, aferrándole la mano,
preocupado. ¿Dónde quedó esa promesa, por qué no la cumpliste? Quiere gritarle,
chillare. Mentiste. Me has abandonado. Y llora, sin saber qué hacer. Aparte de
maldecirle, con odio. Furia. Está sola. Él la ha dejado sola.
Como si la distancia pudiera resolver el vacío de su
corazón. Como si lanzando la mochila con sus cosas personales lejos de ella
pudiera ahogar el sentimiento. Un reproductor de música sale de un bolsillo. Se
esfuerza y, con dificultad, consigue encenderlo. Huele a él. Apesta a él. Un
audio grabado. Cierra los ojos. Su voz. Su voz grave, ya ronca por el efecto de
los vómitos que terminaron por quemar sus cuerdas vocales. Su voz cansada,
harta de oír sobre el cáncer. Tratamiento, radio, quimio. Llora de nuevo. Pero
sigue escuchando. Es lo único que podrá oír de él. Su voz grabada en un
aparato. No más besos en la oreja, no más risas, no más trenzas despeinadas en
su pelo. No más abrazos robados. No más él. Solamente ese audio, quién sabe lo
que contendrá.
“Pequeña. Límpiate esas lágrimas. Sécate los ojos. Mi
ausencia es leve, invisible. No me eches de menos. No lo hagas. Porque
prometiste no dejarme. No dejes que el dolor te evite seguir caminando hacia la
luz que es tu vida.
No tengo miedo a morir. No. No quiero engañarme. El cáncer
ya se ha cobrado mi vida. Y lo sabía desde hace mucho. Sabía que te iba a dejar
sola. A eso tengo miedo. A que pienses que estás sola. Nunca estará sola.
Recuérdalo, pequeña, nunca. Siempre habrá alguien que esté a tu lado, cubriendo
ese lugar que no supe mantener yo. Sacándote una sonrisa.
Prométeme algo.
Prométeme que seguirás brillando con esa luz con la que
iluminabas mi vida. Que seguirás cantando esas canciones tan horribles que
tanto te gustan. Que seguirás desayunando un paquete entero de galletas con
cara de mala leche. Que te despertarás cada Lunes con ganas de destruir el
mundo. Que seguirás saltando como un canguro en vez de correr. Que amarás a
otro, que te enamorarás. Que no llorarás más. Que no harás de mi ida un
impedimento para seguir viviendo.
Vive. Lucha. Ama. Vive todo lo que no viví yo. Lucha por
hacer de este mundo algo mejor. Ama. Ama como yo te amé. Ama, sin tapujos. Sin
remordimientos. Sonríe. Comete errores. Porque el error es humano. Y solamente
el humano sabe encontrar la felicidad. Sé feliz. Y no dejes que te quiten esa
luz, la luz de tus ojos. La que me iluminaba cada día. Te quiero.”
Y entre ese dolor, esas lágrimas. Una sonrisa aparece.
Esperanza.
Oh joder, estoy llorando, me ha emocionado muchísmo.
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